domingo, abril 20, 2008

Perspectivas

Son muchas, sino millones, las formas en que se pueden interpretar las situaciones, pero debe existir cierto orden divino que coloca una especie de "reglas" para que nosotros, los simples mortales, no estemos por allí leyendo entre líneas, adivinando cual fue la intención de lo que se dijo o se hizo. Y esto es así de lo contario, la sociedad como la entedemos en principio no existiría: necesitamos el consenso o el caos se apoderaría de la humanidad.

Pero qué pasa en la vida privada, cuando esas "reglas" se desdibujan, se aclaran u oscurecen dependiendo de quien las leea, cada quien puede estar viviendo su historia, y allí es que se atreven a decir y hacer cosas que de lo contrario jamás harían. Las personas van leyendo las señales a su antojo, siendo felices de a ratos, y es que si no es así, ¿cuándo podrían alcanzar aquello que tanto desean?, y se realizan preguntas (que denotan criterio de realidad, al menos al reconocer al otro) ¿por qué tengo que leer el mundo como lo leen los demás?, ¿por qué no puedo escapar de vez cuando y dejarme llevar?, y así van tratando de mantenerse dentro de su libreto, leyendo a diario sus diálogos ficticios, irritándose cuando algo se sale de su justo lugar o momento, cuando alguien se sale del guión, cuando no cumple con la expectativa de lo que debería ser....

Y esta lectura ideal de las señales cotidianas no se acaba hasta que ese terrible ser, llamado significado "real", te sacude la vida. En ese momento solo se siente un vacío, lo que tanto deseaban no existe, nunca existió "realmente", nadio lo vivió solo tú, y aprenden que la felicidad no es no existe, es que solo se consigue en la otra historia, en el guión fictico, en las raíces de su más profundo deseo. Y entienden finalmente que claro que la felicidad no existe, al menos en el mundo "real", la felicidad no tiene existencia por sí misma, no es un estado, es un conjunto de señales que en algún momento interpretamos "mal".... como disfruto ser un pésimo lector, aunque luego recienta esta sensación de vacio, que solo sé llenar con otro guión de esos de los míos.