martes, junio 23, 2009

Padre bueno, padre malo

Un día de junio, cualquiera podría ser... el que mejor te guste, me veo visitando un santo lugar, de esos típicos en donde solemos colocar los restos de las personas a quienes amamos. Podría ser en horas de la tarde, porque la verdad nunca he sido tan madrugador. Probablemente haya comido y  ya sean pasada las 2, un domingo no, eso sí... es que esos días son muy concurridos estos sitios. Creo que sería un día que me escape de la oficina y resuelva pasar a saludar.

Cuando llego paso frente a tu sitio de reposo, intentando leer debajo de las hojas secas las letras que conforman tu nombre y ese mensaje que tanto costo redactar: amado esposo,  honorable padre e invaluable profesional... nos quedó de perlas, ninguno de tus actuales vecinos goza de una síntesis de vida tan gloriosa, al parecer no te equivocaste en nada.
Y esa es mi tarea de cuando en cuando, volver a recapitular el proceso de sincretismo que conlleva entender que de amado si tuviste mucho y mucho.... pero no solo como esposo, sino también amante, novio, amigo con derecho y hasta el título de viejo verde bien te lo pudiste ganar, de algo si estoy seguro que a todas las trataste como un caballero y a todas las juraste amar hasta el último de tus días, capaz no es que nunca las amaste, quizás es nunca supieron lo que significaba para ti amar...
De honorable padre, bueno tu bien recordarás las miles de veces que en el auto encontraba un teléfono con unos labios carmesí tatuados a una servilleta amarillenta que llevaba impreso el nombre de un  recocido bar; y los cuentos que con orgullo mi hermano comentaba con sus amigos, acerca de las experiencias de cómo lo llevaste a conocer la gloria de ser hombre... y no un hombrecillo cualquiera sino uno con poder. 

Pero cuando se trata de honor, no podemos dudar que eras ejemplo, cuando Lola llegó un día a casa sintiéndose mal del estómago y jurándole a nuestra madre que solo había sido una vez, tu voz retumbo en la casa de Jacinto, el vecino culpable del malestar estomacal, que hoy es mi cuñado malhumorado que reniega de esa alianza y lo hará hasta el día de su muerte, pero por ser una impecable cabeza de familia y conducir tan ágilmente los pequeños traspiés de sus miembros, incluido tú mismo,  nuestro honor nunca se vio manchado ni siquiera por el parto de una sobrina sietemesina que pesaba como una bebé a término.

Y lo de profesional no lo dudo, seguro fuiste inigualable... quien podría superar esa manera tan ingeniosa de hacer negocios y amasar dinero, sin ser especialmente brillante en un área laboral, lo único que debías hacer era asegurar que no todo lo que llegara al puerto de nuestra ciudad llegara a su destino... tu como siempre tan voluntarioso, escogías otra dirección de entrega que generara una jugosa comisión.

Vengo aquí por el mes de junio para recordarme gracias a esta placa las cosas buenas que hiciste, porque el resto de los 11 meses solo recuerdo al padre malo....

miércoles, junio 17, 2009

Solo quiero la verdad

Nada de engaños ni de dudas, vivir en un mundo perfectamente entendible, que no deje a nadie en ascuas ni que que hable de la dulce espera... es irónica esta frase no les parece:
¿cómo va a ser dulce una espera? ¿acaso lo son las salas de espera de los hopistales, acaso los son las horas de espera para comprar un jean en remate? ¿qué mito extraño hemos creado para darle carta blanca a la duda? ¿por qué dejamos que la sosobra ocupe parte de nuestro día a día? ¿por qué invitamos a la cama a la esperanza, si sabemos lo perversa que puede llegar a ser? ¿por qué vivimos en el quizás, en los grises, en los medios? ¿por qué inventarnos un drama de una película que ya sabemos como termina? ¿de dónde nos viene ese indomable deseo de vivir la vida robándole señales a las caras, situaciones, oraciones, gestos, silencios y asuencias? y más aún, ¿quién nos dijo que sabíamos leerlas correctamente? ser un lector infalible de señales es un Don, lástima que los dones se les otorgue a tan pocos

jueves, abril 09, 2009

Qué le dices a un amigo

Si para hablar con el otro hay que estar en la misma sintonía o al menos sentir eso que llaman "empatía" o "ponerse en los zapatos del otro", cómo hacer cuándo constantemente el otro está en una estación de música triste, cuando no es capaz de oír una canción distinta y si la escucha la interpreta como la más desolada de las tonadas.... 

Cómo hacer para qué de un día para otro él entienda que está bien cambiar de estación de vez en cuando y que el mundo es más que un número limitado de opciones, que si bien son conocidas y seguras, también son monotonales, monocromáticas.... monotemáticas incluso. Aunque no estoy segura como venderle la idea de otras estaciones, melodías y colores; siento que por ser un amigo es necesario que me esfuerce.

Y es allí cuando empiezo a darle forma a mi argumento, pues él tiene una extraordinaria capacidad de desbaratar cualquiera que le presente... hasta ahora ninguno lo ha convencido. 
No he podido probarle a mi mejor amigo, que es posible una forma de vida distinta... Comencé intentando hacer uso de mis propios ejemplos, de mis propias vivencias, de la música y los colores que han pasado por mi vida.... pero para todos y cada uno de ellos, había un contra argumento, que más que un acto de rebeldía de su parte, era una especie de revelación siniestra para mi, para mi existencia y lo que creo de ella.

Entonces, deje de ponerme como ejemplo, porque capaz ni yo misma estaba en la estación que decía estar, ni usaba los colores que decía usar y finalmente no hacía lo que de creía debía hacer. Y busqué la respuesta en la vida de otros, de terceros que juzgando desde lejos, pudiera decir que tipo de música escuchan, de qué color ven la vida y hasta con qué tipo de lenguaje se dirigen a los demás.... 

Debo admitir, que más allá de llanas conjeturas y piezas inconexas de un rompecabezas, pensado para nunca completarse, seguía sin argumentos válidos, inapelables, indiscutibles... Llevo mucho tiempo buscándolos, tratando de leer en terceros la clave de una vida diferente, de un dial que suene a otra cosa.... ya no sé si lo hago sólo por él, por su bien.... o si es por testaruda, para probarle que lo que pienso es cierto, o sencillamente porque quiero convencerme a mi misma de la existencia de la alternativa.