viernes, agosto 03, 2007

Se sortislegis

Sirvase de mi le dije. La mujer incrédula todavía se negaba a admitir que toda la existencia de ese miserable ser había caducado. Sé que no tienes el valor para asumir la libertad que su muerte te ha otorgado y le repetí: sirvase de mi cuanto quiera, cuanto su alma necesite de esta membrana que se dice protectora, poco útil pero que al menos sirve de compañía. Nada cuesta hacerlo pero, se arriesga hasta el último de los deseos más humanos en esa búsqueda insaciable: el bienestar, la felicidad.

Ella solo se volteó y jugo a ser niña, volvió a ser mujer y luego imagino como se vería de anciana, cuando la gracia de su belleza la haya abandonado para siempre, despertó. Era un sueño, estaba en una especie de encantamiento entre aquello que tanto deseaba y aquello que debía hacer, según las normas, lo establecido.

Como viuda debía entonces vestir de negro, no sonreír... mucho mejor si lograba llorar, tener la mirada perdida, volar por otros mundos en un afán por rescatar recuerdos "felices" que muy probablemente nunca existieron y, allí despertó de su encantamiento.... llevaba una eternidad siendo: La viuda de...

En ese momento yo entraba en la cocina de su casa, desgarbado como siempre anhelando como nunca y la vi, y ella luego de casi más una década, finalmente me miro.... en ese instante ella se hizo eco de mi Se sortislegis.

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